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Jeremías 31:25
¡Dios te bendiga! Este versículo es un bálsamo para quienes atraviesan momentos de agotamiento, ya sea físico, emocional o espiritual. El pueblo de Israel estaba fatigado por la opresión y el exilio, pero Dios les recuerda que Él mismo es la fuente de descanso y plenitud.
La promesa no es que nuestras fuerzas naturales bastarán, sino que Dios es quien llena el vacío interior y renueva al corazón abatido. Muchas veces buscamos llenar nuestro cansancio en cosas externas —distracciones, personas o logros—, pero solo el Señor puede dar descanso al alma. Cuando intentamos sostenernos en nuestras propias fuerzas, tarde o temprano caemos en el cansancio y la frustración. Pero cuando acudimos al Señor, Él nos sacia con paz, esperanza y fortaleza que trasciende lo humano.
Este versículo nos invita a dejar de cargar solos el peso de la vida y a confiar en el Dios que restaura.


Patrones mentales
Romanos 12:2
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
El sobre pensar nos encierra en patrones mentales dañinos, llenos de temor y control. La Palabra nos invita a renovar la mente para experimentar la voluntad de Dios. Este cambio no ocurre de un día a otro, sino con práctica: meditar en la Palabra de Dios, orar con creencia y elegir pensamientos que edifiquen. Una mente renovada produce paz y estabilidad emocional, lo que también beneficia el cuerpo: mejora la concentración, disminuye el estrés y protege el sistema nervioso. Hoy toma un tiempo para reflexionar en promesas de Dios en lugar de tus preocupaciones. Reemplaza cada pensamiento negativo por una verdad bíblica y permite que tu mente experimente libertad y descanso en Dios.
Dios. Gracias!
Primero está tu Señor. Lo demás que espere
En Babilonia, se firmó un decreto que decía que nadie podía orar a otro dios que no fuera el rey.
¿Y el castigo? El foso de los leones.
Daniel estaba al tanto de esto, pero no alteró su rutina: abrió sus ventanas hacia Jerusalén y se arrodilló como siempre.
No se escondió. No hizo tratos. No actuó con falsedad. Prefería arriesgar su vida en lugar de ocultar su fe.
“Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa… y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo hacía antes.” (Daniel 6:10)


